El fin de semana pasado apretaron las temperaturas en Madrid y nos apetecía hacer plan más allá de la piscina de la urbanización. Buscábamos un entorno fresquito para dar un paseo agradable y relajarnos, así que aprovechamos la primera hora del sábado para dar una vuelta por el Parque de El Capricho de Madrid.
No es ni mucho menos el parque más conocido ni visitado de la capital, pero tengo que confesar que para mi quizás sea uno de los más bonitos. Ya lo habíamos visitado en otras ocasiones, creo recordar que durante el otoño y el invierno. En esta ocasión lo disfruté aun más porque perdernos entre esos caminos tan frondosos fue un bálsamo para todo ese infierno madrileño que nos había caído durante la semana, un respiro de tanto hormigón, pantalla de ordenador y paisaje de bloques de pisos modernos perfectamente alineados.
Me encanta porque no es muy grande, puedes manejarte con facilidad en el interior y no está muy masificado (por lo menos a la hora que nosotros lo visitamos). Está situado en la Alameda de Osuna y fue creado en el siglo XVIII por la Duquesa de Osuna, una personalidad especialmente sensible al arte de la época, que ansiaba reproducir en ese espacio las últimas tendencias de moda de los jardines del momento.
Tiene ese toque coqueto y cuidado gracias a las influencias francesas, inglesas e italianas de entonces. Una mezcla de diferentes paisajes y escenarios que vas encontrando según paseas que resulta entretenido y curioso. Por ejemplo se puede encontrar un laberinto de setos, enormes macizos de flores, lagos y charcas, fuentes, esculturas, y construcciones como templetes, una ermita, un fuerte, un casino y sala de baile, el palacete de los Duques, una casita de cuento, además de un montón de rinconcitos que piden que te sientes un ratito y disfrutes simplemente del canto de los pájaros. Quizás esta es la magia del parque, su variedad y riqueza de vegetación y arte unidas en uno.
Por lo visto, tras la muerte de la Duquesa de Osuna todo se quedó un pelín abandonado. En 1974 el Ayuntamiento de Madrid se puso manos a la obra con la recuperación del espacio. Además, en 1937 se construyó un bunker para el ejército republicano que está justo debajo del parque y que también se puede visitar, por lo que el sitio tiene de todo para los amantes de los espacios verdes y la Historia.
Ese día nosotros nos lo tomamos con mucha tranquilidad paseamos despreocupadamente por los senderos. A veces llegábamos a un camino sin salida y simplemente retrocedíamos para volver a tomar otro, y eso nos divirtió y ayudó a acrecentar la sensación de que ese día no había prisas. Emma terminó derrotada en la sillita, y mientras se echaba la siesta, nos sentamos muy a gustito en un banco de piedra y esperamos a que despertara para volver a casa.
La única pega es que el recinto tiene algunas limitaciones de uso, como por ejemplo que no se admiten animales de compañía, comida ni bicicletas. Para nosotros esto no fue un problema en esta ocasión, porque Sam estaba pasando unos días en casa de mis padres, pero reconozco que teniendo perro no es mi primera opción de parque si voy a disfrutar en familia.
Hola Bego! Un plan genial, como sabes me encanta la naturaleza y los parques poco concurridos. Lo del laberinto de setos me parece lo más y la historia de lo más interesante! Que enorme está Emma ya!! Una pena que no podáis aprovecharlo con Sam cuando vuelva de su perro-escapada! Un beso!
¡Hola Pepilla! Estoy segura que te encantaría…Un besazo
Preciosas fotos y post relajante. Me han entrado ganas de volver pronto al Capricho…