
Ya hablaba la semana pasada en el blog de Netisimmas sobre lo que nos estaba costando septiembre y qué truquillos empleo para aliviar un poco la crudeza de volver a la vida normal.
Pero es que, después de reflexionarlo un poco más, en realidad sospecho que lo que se nos suele atragantar a la mayoría con la vuelta no es tanto lo de dejar el destino veraniego soñado y volver a madrugar. Más bien es lo de sentirte totalmente desentrenada de domar el ritmo doméstico de una intensa vida personal-familiar-profesional, en la que muchas veces somos nosotras las que llevamos claramente la batuta.
No me mal interpretéis por favor, que no le echo la culpa totalmente y a la ligera al género. Os confieso que provengo de una casa en las que las tareas del hogar estaban igual repartidas entre padre-madre/ hermanas-hermanos, y creo que todos hemos crecido asimilando la importancia de éstas para que las cosas funcionen. Pero es que este año he tenido demasiadas conversaciones con amigas y conocidas justo sobre esto y me ha venido a la cabeza el artículo que hablaba sobre la «CARGA MENTAL» que agota a las mujeres que tanto me impactó hace unos meses (que reconozco que mandé corriendo a mi pareja para hacerle notar que eso que me pasaba tenía explicación y nombre, que no estaba conforme así y que algo teníamos que hacer, porque se podía hacer mucho).
Identificar que existe un auténtico «trabajo invisible» que consiste en estar continuamente en un estado de alerta para que no se nos escape lo que hay que hacer, o por ejemplo hay que recordar comprar, más allá que poner lavadoras y fregar, me ha ayudado a comprender por qué a veces me he encontrado estresada, enfadada y frustrada por no saber comunicar adecuadamente lo que me estaba sucediendo. Y claro, mucho más me sucedía tras la vuelta de las vacaciones y ante un amenazador septiembre…
¿O habéis sentido alguna vez así también?
Se que no he descubierto la pólvora y esto de lo que hablo «siempre lo ha habido y siempre lo habrá», que llevar una casa y una familia adelante lo tiene que hacer todo el mundo. Pero eso no quita el hecho de que también a «todo el mundo» las cosas a veces se le hagan bastante cuesta arriba cuando en realidad en esta vida hay soluciones para casi todo.
Creo que por muy bien que se intenten hacer las cosas ningún proyecto común funciona completamente a la primera, que hay que estar continuamente reajustando las cosas y probando alternativas.
Yo soy mucho de inspirarme en los consejillos de la organizadora profesional Alicia Iglesias de Orden y limpieza en casa y del programa Vidas en Orden del canal de TV Ten. Pero como hasta ella tiene que imponerse nuevas rutinas para reconquistar su septiembre, poco a poco me he dado cuenta de que en realidad absolutmente todos somos humanos, que necesitamos empujones a ratos, y que la clave está en una actitud positiva y colaboradora. Y por fortuna, de eso en casa si que teníamos…
Por eso os cuento que después de lo del artículo poco a poco hemos ido instaurando en casa algunas normas, rutinas y hábitos que me han ayudado a librarme de ese sobrepeso de la «carga mental» que me atormentaba. No digo que nunca jamás vuelva, digo que gracias a esto que os cuento el equilibrio suele mantenerse. Y si el tema se tambalea, vuelvo a ponerlas sobre la mesa y refrescarlas otra vez:
1. Hábitos en días concretos de la semana.
Como por ejemplo cambiar las sábanas y toallas los lunes o días fijos en los que se pone la lavadora. De esta manera no tengo continuamente en la cabeza que hay ropa pendiente de lavar, porque se que cuando llega ese día sencillamente hay que hacerlo.
2. Divide y vencerás.
Todos los miembros de la casa tienen que se conscientes de las tareas que hay que llevar a cabo, y lo normal es distribuirlas de manera equivalente al tiempo disponible del que cada uno dispone. Creo que es mejor que cada persona se ocupe siempre de las mismas labores para que no haya confusiones sobre lo que le toca cada semana. Y si a alguien se le da bien especialmente algo, qué mejor que se ocupe de eso precisamente.
3. Ayudas extras y tecnología.
Nosotros, por ejemplo, podemos permitirnos que una persona venga a hacer limpieza general de la casa una vez a la semana. Y a partir de ahí, tratamos de mantenerlo todo en buen estado, sobre todo incidiendo mucho en cocina, baños y limpieza del suelo.
Debido a que Sam suelta bastante pelo, para mantener la tarima en condiciones compramos un robot aspirador (especial para pelo de perro) que solemos pasar de dos a tres veces por semana. Además, como en nuestro barrio los supermercados brillan por su ausencia, hacemos casi siempre hacemos la compra on-line. Así ahorramos viajes, tiempo y cargar peso. Aunque hay muchas cosas frescas que preferimos ir a escogerlas personalmente.
4. Por escrito.
Trato de apuntar todo lo que se me ocurre que tengo que comprar en una única lista que siempre guardo en el mismo sitio y que está a la vista de todos. Además de tener dos «check lists» de cosas a hacer, una de tareas personales, y otra de temas profesionales.
Dejar las cosas por escrito me ayuda a descargar todo lo que voy almacenando en mi cabeza y descansar sabiendo que, cuando vaya a hacer la compra o tenga que planificar mi agenda semanal, tengo todo ahí.
5. Siempre de la misma manera y en el mismo lugar.
Algo básico que según se van flexibilizando las cosas, deja de serlo…
Que cada cosa tenga un sitio asignado y «declarado», y cuidar de que después de utilizarlo vuelva a él es muy importante. Ayuda a que tú y todo el mundo sepa dónde encontrarlo rápidamente, además de a conservar el orden.
Lo mismo sucede con los «qué haceres». Es mejor llevarlos a cabo siempre de la misma manera y en el mismo momento del día y semana.
6. «Rutinas premio» y para disfrutar.
Que sea rutina no quiere decir que no sea disfrutable.
Aunque a veces cueste, adoro sacar a Sam por las mañanas. Pasear a primera hora de la mañana me equilibra y ayuda a afrontar el día con más fuerza. Además, me ayuda a llevar mejor lo de ser autónoma y trabajar en casa, sentirme acompañada y marcar mis tiempos,
Nosotros a veces nos curramos una cena rica y «caprichosa» los viernes, salimos a comer fuera o pedimos comida.
7. Tu kit-kat.
Todos necesitamos un respiro de familia. Tener nuestro momento cada semana o cada cierto tiempo. Hacer hueco en tu agenda para apuntarte a eso que te encanta, quedar con las amigas, irte de compras, darte un masaje.
Para nuestra familia eso es sagrado y tratamos de que todo el mundo tenga su huequito, quizás cubriéndolo con un poquito de esfuerzo por parte del resto.
Al final merece mucho la pena, porque ves que el otro ha disfrutado y llega con más energías y descansado. Es una inversión.
Me encanta que tenga nombre! identificar el problema es un primer paso hacia la solución, ¡gracias!
¡JAJAJA! Las cosas con nombre parecen diferentes e incluso más importantes.
Como te entiendo Bego! Y eso que yo no tengo ni perro ni hijos. Comparto contigo un montón de puntos: eres pura inspiración!
Ya estoy de vuelta en el mundo blogger desde Nueva York. Os envío un abrazo enorme 🙂
No será para tanto, jeje. Te mando un beso gordo y disfruta mucho de tu aventura, ¡qué enviadiaaaa!