
Mucho antes de haber leído ayer en redes la cita de Jack Kerouac, yo ya había decidido tiempo atrás que dedicaría en algún momento unas líneas sobre la necesidad-deber que todos tenemos de compartir ciertas cosas.
La cita en cuestión es más que apropiada para el día de ayer (Día Internacional de la Mujer o de la Mujer Trabajadora), y celebra el inconformismo y una manera distinta de hacer las cosas a las que una sociedad está acostumbrada, en persecución de un bien mayor para la raza humana. Y como suele ocurrirnos a todos, yo me llevé las cosas a mi terrero y mi filtro personal vino a decirme que todo aquello me sonaba más que nunca a esa actitud de cercanía, solidaridad y buena vecindad que me empeño en defender a capa y espada. Una especie código de honor, manifiesto personal, declaración de intenciones (con la que, reconozco que rozo la obsesión) que por supuesto tengo planeado transmitir a mis hijas.
Eso que tiene que ver con saludar siempre y siempre, preguntar que tal, tener presentes a los que te rodean y pasan una mala época, acordarte de hacerte sentir cerca. También cuando algo maravilloso sucede, compartir de verdad la alegría. A veces molestarte en invertir algún valioso momento de tu tiempo en implicarte, salir de la comodidad para tocar y acariciar de verdad, sin miedos absurdos de ser o no lo apropiado. El nivel más básico del deber de auxilio, sin necesidad de que se de una situación de urgencia… En definitiva transmitir un poquito más de calorcito al prójimo.
A mi todo lo que sucedía ayer me sabía a eso…
A lo mejor, puede ser que se debiera a que mi madre llevaba una par de días en casa ayudándome a tiempo completo con Emma, y mi padre y hermano cuidando de Sam para aligerarme carga de trabajo mientras mi marido estaba fuera. La tranquilidad que transmite una abuela ayudando a lavar y poner en orden un caos de bolsas llenas de prendas de bebé para la que llega. El agradecimiento a una familia que siempre responde y predica con el ejemplo.
Puede que porque en los últimos meses me siento especialmente esperanzada por las fuertes conexiones que tengo con concretos círculos de mujeres. Ya no es solo que la maternidad o la autonomía laboral me hayan acercado más a antiguas compañeras de colegio, familiares, vecinas, amigas de siempre y queridas integrantes de Netisimmas red de blogs. Es que en general percibo una faceta especialmente generosa que me alienta e impulsa a devolver lo mismo que recibo.
A mí ayer el feminismo y Día de la Mujer me sonaban a solidaridad y a compartir. A que ellos y ellas se movieran en favor de ellas y que a base de la fuerza de todos estuvieran del todo bien. A mi madre destinando toda su energía y paciencia a las rabietas de una nieta, para que yo descansara algo. A darme cuenta del tiempo que junto a mi padre deben de habernos prestado y siguen prestando a mis hermanos y a mi para que seamos más. A compartir todo lo que sabes, lo que tienes, lo que sientes y lo que eres con los de al lado y algo más lejos, les conozcas mucho o poco. Por encima de estúpidos cánones y patrones de conducta que nos estancan y encierran en nosotros mismos.
PD: Más para reflexionar…
Una reflexión preciosa Begoña, muy interesante post bss